¿Por qué llamar Bosque a un taller que se desarrolla en el centro de una ciudad populosa?

"Nada es absurdo cuando tratamos de construir nuestra vida en libertad", esta cita, que se atribuye a Albert Camus, es la respuesta

Bosque: Taller de Creación Literaria

SADOP (Sindicato Argentino de Docentes Particulares)
Centro de Jubilados
Secc. Córdoba - Centro

Independencia 364




Olga Noriega

Sus grandes ojos



Parece la letra de un tango, no lo es.
- Es la realidad, la vida- dirán algunos.
Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando indiferente, incesante. Traqueteo diario que nos remolca sin rumbo.
Como podré vivir sin él, respirar la brisa salada que viene del mar, sentir el calor del sol, caminar la playa sin asirme de su mano.
Sus grandes ojos se cerraron, pero a mi me parece sentir aún su mirada recorriendo mi cuerpo mientras voy a su encuentro, en aquellas citas nuestras, tan llenas de promesas de amor, susurros, confidencias.
Cierro los ojos. Escucho el silencio y allí está su voz llamándome.


Lara San

Encuentro

Es un ambiente amplio, la luz entra a raudales. Una mesa rectangular, mantel blanco guarda granate, delicado florero de cristal fino con un pimpollo de rosa rojo. Sus apretados pétalos guardan una sin igual danza que irá marcando su madurez, al abrirse pausadamente, para su orgullo y nuestro placer. A su lado la serena belleza de otro ejemplar que se muestra en todo su esplendor. Cinco pétalos simples de terciopelo rojo y aroma delicioso.
El sol poniente se multiplica a través de la copa de pie alto y borde azul que espera un brindis. Será de bienvenida o adiós?


Inés de las Mercedes Romero

Paciente

Solo,
abulico,
ni triste, ni feliz.
Sin tiempo conocido,
rodeado de sonidos re-ciclantes,
sin colores, solo blancos.
Cierra los ojos y . . . por fin se ve.


Olga Noriega

Click!

Una foto en mi memoria. El tiempo y las circunstancias no lograron opacarla.
La plaza que se despereza, el gorjeo de los pájaros, los últimos rayos de sol en los árboles.

Cuando caiga el sol quitarán la lona de la calesita y los caballitos briosos, los autos y aviones bailarán sin descanso al compás de una música monótona y pegajosa al que un señor parsimonioso dará vida haciendo girar la manivela.
Con mi vestido de día domingo, rojo, con moño atrás, cuello ribeteado de trencillas blancas, acompañada por mi mejor amiga y vecina, Beatriz, me dirijo feliz al encuentro del carrusel. Único lujo y entretenimiento del pueblo.
Las escasas monedas que me regaló mi abuela tintinean en el monederito azul que ella tejió.
Compramos el primer boleto, con la esperanza de sacar la sortija. Subo a la calesita y me quedo parada, aferrándome a un barrote, comienza la danza, primero con un traqueteo, después giros que nos hacen sentir amazonas si vamos cabalgando un corcel, o azafatas si es un avión, o pilotos de un autito, que para nosotras es un bólido que corre veloz, quién sabe en cuál carretera de nuestros sueños fantasiosos.
Soy feliz, estiro mi brazo en un intento desesperado por sacar esa llavecita que será el premio a una vuelta más. La suerte hace firuletes en el aire y escapa.
Finaliza nuestro vals, nos bajamos un poco atolondradas por el vértigo. ¿Cuánto dinero queda? ¡Lo justo para una espuma de azúcar! Y volver a casa despacito comentando vaya saber qué tonterías importantes para nosotras.
Las veredas son desparejas, desniveles que vamos sorteando con saltitos mientras saludamos a los vecinos que sentados en las puertas de sus casas disfrutan de la brisa fresca del atardecer mientras comentan los chismorreos del pueblo.


Melancolía

Tarde gris, melancolía, desde el altillo observo la lluvia caer mansamente, limpiando las hojas de los árboles que lucen brillantes y se balancean movidas por el viento como si estuvieran danzando al compás de la música que ellas mismas generan; el olor a tierra mojada impregna mis sentidos, después de tanto calor en este tiempo de estío ha refrescado dándonos sensación de bienestar.
La casa de la vecina de enfrente se ve solitaria, nadie en la galería, nadie en el amplio patio, el horno de barro se ve atascado de hojas. Este año no han venido como solían hacerlo todos los veranos. Nélida, motor que daba vida a este lugar, ha emprendido un largo viaje.
Extraño sus conversaciones, me gustaba golpear las manos y que saliera a charlar, se nos pasaban las horas sin darnos cuenta, disfrutando de sus conocimientos del lugar.
Tenía a su marido enfermo, siempre estaba atendiéndolo. A ella, aunque era mayor, se la veía muy bien. Delgada, mediana estatura, tez muy blanca, pelo rubio, siempre con bermudas y zapatillas, lista para emprender alguna caminata. Era ágil y emprendedora, llena de planes para el futuro. A pesar de que se había jubilado como docente hacía ya mucho tiempo seguía preparando alumnos para exámenes. Una infección grave se la llevó, “le tocó” me dijo su hija con lágrimas en los ojos cuando se acercó por aquí un fin de semana.
No puedo evitar entristecerme al recordarla. Cuando miro hacia su casa me parece verla parada en la galería, sonriendo y agitando su mano para saludarme.


Sin porvenir

Enroscado en
tus negros pensamientos
apenas reconoces
la luz de la mañana.

Te estorba
la terca claridad
que quiere iluminarte.

Todo quema.
Puteas al que dejó
el fuego encendido.
El otro…
es tu imagen
en el espejo.

Venderías tu alma
al diablo
por mas
poder


Julia Tissera

El pueblo no existe

El pueblo sin sueños quedó en silencio
con nostalgia
sin canciones
sus gritos callaron las voces
sin rostros
sin nombres.
Perdido en la oscuridad
sus fantasmas
despeinados, sucios
desamparados y vulnerables
furiosos.
Privado de ser feliz
enfermo de amor
quisiste un amante
estas ahí.....
Amable, paciente
esperando un destino
que te haga vivir



Cristina Albrecht

Venganza

Allá en el monte Santiagueño rodeado de quebrachales en un pequeño pueblo olvidado de la mano de Dios, con sus casas bajas, humildes, desparramadas al azar, llega un colectivo del que desciende un solo pasajero pobremente vestido, en sus manos agrietadas trae un portafolio poco abultado.
Comienza a recorrer Atamishqui, hasta llegar a una casa pintada de gris con un escudo en el dintel de la puerta, como se la describieran.
Se sienta en un banco de la plaza que está frente a la vivienda. Imagina la escena que se desarrolla en su interior, seguramente están conversando Rómulo, su mejor amigo y Ana, quien fuera su mujer. Sí, se aprovecharon de su buena fe y lo traicionaron desapareciendo juntos. Los buscó mucho tiempo pero era como si la tierra los hubiera tragado, hasta que le dieron el dato.
Una bronca tremenda le cierra la garganta pero no va a llorar ahora, el está para otra cosa.
De pronto se abre la puerta, un hombre regordete sale de la casa, reconoce a Rómulo, lo sigue y cuando llegan a un descampado lo llama a los gritos por su nombre, éste reconoce la voz, gira y ve a Sergio apuntándole:
--¿Qué estas por hacer?-- pregunta
-- ¡Vengarme!
-- Por favor, tengo un bebé a quien debo criar.
Sin poder contenerse Sergio gatilla el arma, uno, dos, tres tiros, allí queda Rómulo tendido en un charco de sangre.
Sergio da media vuelta y se dirige a la casa a completar su venganza. Sigilosamente se acerca a la ventana, espía el interior de la vivienda. Ana esta con su niño en brazos, calmando su llanto. No puede evitar conmoverse al pensar que dejará huérfano al pequeño. El conoce bien lo que es vivir mendigando cariño, guarda el arma y despacito se aleja, ya pagaría ella por lo que hizo.
Microficciones presentadas en el foro
-agosto 2010-




Perla Abrate


La carta


Salió desde una lejana tierra donde reinan los monos y llegó a la mano de Mercedes que la recibió temblorosa y esperanzada.
Caminó hacia el living y se sentó a leer. Su abuelo frente a ella la observaba con atención. Los colores iban desapareciendo del rostro de la joven a medida que leía, la mano laxa dejó caer la carta.
Cuando Mercedes reaccionara él se sentaría frente a la máquina de escribir dispuesto a responder.



Ana Naría Frolli




Carta de un padre a un hijo


8 DE JULIO DE 19..


Queridísimo Bonny: cuando llega esta fecha, de profundo dolor para mi, no puedo dejar de pensar en el ser humano ¡¡¡ tan deshumanizado!!! Y en la loca y afiebrada carrera de poder que los sacude y obnubila en aras de ser los primeros en todo, de querer todo, DEL ABUSO DE PODER. Y tú hijo mío, tan joven, sano y fuerte fuiste elegido para esta inmolación sin sentido, tan cruel e injusta. Y acá se impuso la ley de la selva; pero la selva de cemento: el más fuerte sometiendo al más débil…¿ Que sabías tú de biosatélites, de escafandras, del espacio?...Tú vivías feliz entre los tuyos, y te llevaron tan lejos para nunca regresar. Con esta escultura de una mano mostrando al mundo tu sacrificio quiero decirle a los hombres que la felicidad no está en el Poder sino en las pequeñas cosas de la vida cotidiana. ¿ Sabes Bonny? al escribirte me siento más cerca de ti. Nunca morirás porque te llevo en mi corazón. Hasta que volvamos a encontrarnos…



Inés de las Mercedes Romero


Fue esa carta la culpable, se la dictó el librero a su esfera perfecta, nostalgiosa de nuestra esencia primate encarcelada.


María Cristina Albrecht



Girando y Girando

Girando y girando la bola de cristal veo correr los años, voy lejos muy lejos en el tiempo milenios atrás, de cuando el hombre era mono y feliz se desplazaba de liana en liana.
De pronto se frena, comienza a rodar hacia delante y encuentro al humano transformado en sabio o en bruto, sensible o indiferente, habitante del campo o la ciudad; con sus temores, inseguridades, miedo al devenir, pero siempre, antes y ahora redimido por el amor.


Marta Aimetta


-Cuando el mono involucionó y pasó a ser humano se perdió un caudal de sabiduría; nunca fue igual.

-Sólo nos consuela, en favor de la especie, la dicha de saber que nunca tan simpático animal podría devenir del hombre ¡ESTA HUMANIDAD SIEMPRE RETROCEDIEN!


-El mono, se regocijó, pues pretendía escribir como hombre; mas el hombre no pudo con su genio y comenzó a monigotear como todo humano.

- Cuando lo llamaron mono porque se portaba como tal, el hombre se sintió herido. Mas lo sufrió el primate, pero no pudo decir nada.


Inés de las Mercedes Romero

La señora Ro

Lentamente comenzó a quitarse la ropa, desde atrás del biombo cada prenda es una historia superada.
-¿Superada?- pensó.
Cuando solo quedaron la bombacha negra de lino y el corpiño blanco de satén se detuvo. Sonrió mirándose al espejo, conservaba los zoquetitos de seda y el pie izquierdo aun estaba calzado con el tacón negro
-¡Cuánto han caminado!
Se recorrió con la mirada
- ¡Lindas piernas!, como las mujeres de la familia, qué lujo.
Los muslos daban señales de celulitis, las caderas anchas, el abdomen globuloso cruzado de estrías.
-¿Por que oscile mis gramos con mis amores?
Molesta se balanceó a derecha e izquierda; se volteó y se contempló. Descubrio la olvidada línea de aquella cirugía, se le nublaron los ojos, se miro a la cara. Hundió la mirada y en voz alta se dio ánimo:
- Todas las cicatrices de mi vida están bien cerradas.
Del otro lado del biombo, una voz:
-Señora Ro ¿está lista? se me enfría la cera.

Cuento publicado en al revista digital
Cuentos y Mas
-agosto 2010-




Julia B. Tissera

Mala costumbre



Entró apresuradamente a la habitación con ese aire de mujer de mundo que todo lo puede, bien vestida, paseó su mirada inquisidora por todo el cuarto. Observó la ropa de ella. Lo que vio no le gustó pero intentando disimular su malestar dijo:
- ¡Lindo trajecito!
Me quede mirándola y al mismo tiempo pensé que el modesto y gastado trajecito era el apropiado y lucía muy bien para esa ocasión. Ella yacía inmóvil y no se daría por enterada.