¿Por qué llamar Bosque a un taller que se desarrolla en el centro de una ciudad populosa?

"Nada es absurdo cuando tratamos de construir nuestra vida en libertad", esta cita, que se atribuye a Albert Camus, es la respuesta

Bosque: Taller de Creación Literaria

SADOP (Sindicato Argentino de Docentes Particulares)
Centro de Jubilados
Secc. Córdoba - Centro

Independencia 364


Cristina Albrecht

Colonia Esperanza

Recién acababa de nevar y el frío se hacía sentir en Greich, en el alto Valais, una región de Suiza aislada de sus vecinos por las altas montañas que la rodean. El Cantón apenas sobrevivía trabajando la tierra en las pendientes de las montañas con un suelo difícil de cultivar.
A comienzos de 1856 un grupo de familias tomaron la decisión de abandonar el Valais y emigrar a Argentina. Partieron arrastrando carros cargados con baúles descendiendo por el valle del Ródano hasta el puerto de Dunkerque donde había cuatro barcos esperándolos.
Después de una larga travesía por el Atlántico, llegaron al puerto de Buenos Aires siendo trasladados en barcazas río arriba por el Paraná hasta Santa Fe y desde allí en carretas al lugar donde se establecería la nueva colonia.
Se encontraron con un desierto de pastos, leguas y leguas deshabitadas. Sin desanimarse comenzaron la construcción de los ranchos que les habían prometido y no estaban, algunos los hicieron de adobe, pero otros usaron ladrillos elaborados por ellos mismos, siempre con techos de paja. El fértil suelo de la Pampa Santafesina dejaba entrever un futuro prometedor.
Elías y Luis compartían la concesión de tierra que les fue asignada. Los hermanos estaban en el campo desmalezando los cultivos cuando repentinamente se oscureció el cielo y sintieron como si les estuvieran golpeando con cascotes. Era la manga de langostas; desesperadamente corrieron a refugiarse en la casa tratando de espantarlas y a la vez proteger sus rostros. Sus esposas les ayudaron a desprenderlas de la ropa y el cabello, tirándolas en el fogón para destruirlas. El espectáculo que se veía a través de las ventanas era desmoralizador, los insectos en pocas horas se devoraron los cultivos.
Después de haber superado el golpe sufrido, volvieron a arar la tierra y sembrarla pero la langosta nuevamente destruyó los cultivos. Así durante varios años.
Los colonos estaban desanimados, algunos se organizaron para combatir este flagelo, otros comenzaron a pensar en la posibilidad de regresar a Suiza. Luis tomó la decisión de volver y fueron inútiles los pedidos de Elías, su hermano mellizo, para que lo acompañara en aquella empresa que habían comenzado juntos.
Durante cuatro años las langostas asolaron la región más los colonos lucharon duramente para aniquilarlas, por un largo tiempo desaparecieron y comenzó un período de prosperidad.
La Colonia todavía no tenía nombre y como se habían enfrentado con tantas dificultades para concretar su existencia, bautizaron esa tierra con el nombre de Esperanza.


Perla Abrate

Amaranto

Nadie podía imaginar cuando te levantaste tan enojado esa tarde que serías capaz de tanta maldad. Aunque todos sabían que eres un muchacho malhumorado, no tenían idea hasta donde podía llegar tu locura.
Gozabas al ver el rostro de ella desfigurado cuando te agachaste frente a su planta favorita, ese amaranto que había sido de su abuela. Siempre te contaba como la habían cuidado, primero su abuela, después su madre y luego ella por casi ochenta años.
Por eso tembló al verte allí, con esa sonrisa diabólica.
Una a una fuiste quitando las hojas mientras reías a carcajadas diciendo – Me quiere, no me quiere.
No pudiste entender por qué la angustia de Laura fue dando paso a una sonrisa y después todos reían con ella.
Si hubieras tenido ojos en la espalda hubieras visto la rama que, creciendo rápidamente, subió hasta alcanzar tu cuello para enlazarlo y apretar con fuerza.
Lástima que tampoco pudiste escuchar la carcajada y el aplauso que todos, incluso Laura, prodigaron a la planta.


Cristina Albrecht

Mar y arena

Me gusta el mar bravío,
sentir como las olas golpean
por delante y atrás.

El mar sereno
que acaricia la arena,
en un suave vaivén
de agua y espuma.

Caminar
por playas solitarias
con cangrejos asomando
y gaviotas a mi alrededor.

Estar junto a la orilla,
mirando la inmensidad del agua
mientras se bañan mis pies
llegando y partiendo
como la vida misma


Olga Noriega

El viaje



La frenada brusca del micro lo despabila. Juan acomoda su cuerpo entumecido en el asiento. Quisiera estirar las piernas, imposible, la butaca de adelante no permite esa comodidad.
Mira por la ventanilla, hace varias horas que abandonó la ciudad.
En el firmamento están apareciendo las primeras estrellas que acompañaran una luna redonda y plena que adornará la noche, tiñéndola de ese azul profundo de noches sureñas.
El camarero le ofrece la cena, come con avidez y procura dormir. La película de amor que pasan no le interesa, las prefiere de acción o suspenso.
Mañana llegará a destino. No quiere forjarse falsas ilusiones, cree estar preparado para enfrentar la realidad, aunque le sea adversa.
Su reloj marca doce y media. Ve acercarse al camarero
-¿Falta mucho para Centenario?
- Dos horas.
A medida que el coche devora caminos su ansiedad crece con la misma celeridad con que se acerca a su punto de llegada.
Quiere volver a dormir. Imposible distraerse con el paisaje, lo ve gris, monótono, nada le llama la atención; salvo aquella manada de guanacos que cruza veloz a campo traviesa, sin perder su garbo, sorteando las matas espinosas con brincos ágiles hasta perderse.
Y allí está, le parece que de la nada ha surgido el caserío. Ni siquiera el sol que cae furioso sobre los techos y se expande por las calles polvorientas logra darle un poco de brillo al poblado.
Unos paisanos miran impávidos la llegada del micro que frena ruidosamente frente a ellos, parece que nada lograría sacarlos de su letargo.
Juan desciende despacio, estudia con detenimiento todo lo que lo rodea.
- ¿Conocen a esta mujer? Se llama Lidia Gutiérrez.- interroga a los hombres que miran sin interés la foto y se encogen de hombros.
Ahora Juan pregunta con más ímpetu:
- ¿La conocen? La respuesta ahora es un gesto que indica un bar,.
Juan titubea por un instante, entra. Allí, detrás de unas tablas que hacen de mostrador, asoma un rostro surcado por huellas de tristeza. Juan compara la imagen que tiene en la mano con la que tiene frente a él, su corazón da un vuelco.
- ¡Mamá!
Ella lo mira, confundida por un momento. Limpia sus manos en el delantal y va al encuentro del hijo tan amado para cobijarlo en el abrazo.


Inés Romero

Yo con vos

Si me estuviera permitido
te enviaría cada día una flor
con algunas letras
Te serviría el desayuno
en una bandeja de luz
riendo planearíamos
un paseo, o leer
el cine, escuchar música
hacer el amor con pasión
tal vez habitar en silencios
en palabras
sentimiento
Si me lo permitieses
vida
te invitaría
a embriagarnos de yo con vos.